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Murillo Moreno, Margarita. El Terror del Terrorismo

El terror del terrorismo

Por: Dra. Margarita Moreno Murillo

Enero de 2014

 

Antecedentes:

El 31 de agosto de 2004 la población mundial y todos los que nos dedicamos al campo de la Educación, nos estremecimos con una noticia de dimensiones inconmensurables, tanto por lo siniestro  de los hechos, como por lo inexplicable de lo deshumanizado, dado que dicha infamia borró para siempre la sonrisa jubilosa de un grupo de educandos en su primer día de clases.

 

Sucedió en una escuela de Osetia del norte de Rusia, en la que se encontraban alrededor de mil quinientas personas, la mayoría niños entre los seis y los diecisiete años de edad, se suscitó un acto de secuestro que duró cincuenta y una horas y media, por un grupo de más de 27 terroristas separatistas chechenos, que culminó en una atroz matanza, en la que se contaron inicialmente más de doscientos muertos y setecientos cuatro heridos de gravedad.

¿Cómo puede concebirse el terror del terrorismo, cuyo grito de guerra antepone fines religiosos, políticos, culturales y de poder, que se conjugan con los más arcaicos y viscerales impulsos para expresarse por medio del más complejo y sofisticado engranaje de la modernidad?

A este respecto, cabe aclarar, que una característica propia del terrorismo es su carácter transnacional, cuyos crímenes y redes subestatales desafían a los Estados del mundo entero. Las redes terroristas operan como organizaciones no gubernamentales, territorialmente y descentralizada, afectando el medio ambiente y en especial a los derechos humanos.

A su vez, el terrorismo ha evolucionado, es decir, se ha ido transformando a través del tiempo, y si antaño los terroristas se situaban en un plano de defensa nacionalista o de identidad sociopolítica,  buscaban salvaguardar su vida después de un ataque terrorista, sin embargo, hoy en día encontramos con mayor frecuencia al terrorista suicida que conlleva una enorme fuerza destructiva de la renuncia premeditada a su propia vida, como fue el caso de los pilotos japoneses “Kamikazes” de la Segunda Guerra Mundial o el de los secuestradores que pilotearon el ataque a las Torres Gemelas del Trade Center de Nueva York.

De  acuerdo con Ulrich Beck (2003), el terrorista que comete un acto de inmolación, es el más radical del homo o economicus debido a que no conoce freno económico o moral, y es en sí mismo, el vehículo de la atrocidad más absoluta y cuya singularidad queda sellada con la simultaneidad del acto, autoinculpación y auto extinción, evitando así, la declaración de culpabilidad ejercida por los representantes de la ley y la autoridad estatal.

Así mismo, con base en los alcances físicos de la interacción social violenta de los actos terroristas, existe una dimensión más profunda, letal y destructiva, cuyo impacto psíquico resulta de proporciones extraordinarias, incidiendo en la estabilidad de los estados democráticos.

Dado que por un lado, conduce a la necesidad de establecer nuevas, complejas y costosas medidas de seguridad, afectando la dinámica social de los ciudadanos. Y por otro lado, se desencadena el terror del terrorismo generando en las personas involucradas directa o indirectamente en la conmoción de los sucesos, y que son reacciones emocionales caracterizadas por ansiedad acentuada, incertidumbre, amedrentamiento e inestabilidad, que afectan todos los ámbitos de la vida: familia, escuela, trabajo, etc. Condiciones en las cuales, el hecho traumático de la vivencia terrorífica, nunca es asimilada por completo, ya que conduce a una mayor vulnerabilidad y riesgo de predisponer al individuo a sucumbir posteriormente, al enfrentar una reiteración tanto cuantitativa como cualitativa del trauma original.

Sin embargo, más que un anhelo utópico de transformación social pacifista, las características re-encausables de nuestra naturaleza humana también nos brindan una esperanza de perfectibilidad evolutiva, para lo cual cabe hacer  mención de la metáfora del Ave Fénix, cuyo potencial de regeneración emerge desde un mundo devastado para fortalecer la condición integral humana, la cual deviene de la implicación participativa y trascendente del transcurrir histórico-social en el que se inscribe la existencia misma, por medio del trastrocamiento de aprehensión: sabiéndose, pensándose, expresándose, asumiéndose como un ser único e irrepetible en su mismidad, y a su vez, con las características de identidad compartida en las que finca su sentido de pertenencia dentro de su conglomerado social, para posesionarse armónicamente de su co-existir en el mundo.

Condiciones en las cuales  se requiere enfatizar la importancia de la trasmisión de valores: afectivos, éticos, morales y sociales, por la vía del ejemplo vivido dentro de la familia durante los primeros años de la vida, como la más viable alternativa para cimentar la  dignidad y el respeto por sí mismo, fortalecer la voluntad y propiciar el ejercicio adecuado de la libertad, que se verá reflejado en el respeto por la vida y la dignidad de todos los seres humanos por igual.

Sustento bibliográfico:

 

  1. CORNBLIT, Oscar (2002). Violencia social, genocidio y terrorismo. Fondo de Cultura Económica; México.
  2. CHOMSKY, Noam y DIETERICH, Heinz (2003). La sociedad global. Joaquín Mortiz; México.
  3. DUCH, Juan Pablo (4 de septiembre de 2004). Terror chechenio y brutalidad rusa; 200, los muertos. La Jornada, año 20, número 7194.
  4. FROMM, Erich (1975). La condición humana actual. Paidós;  Buenos  Aires.
  5. FROMM, Erich (1997). Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. Fondo de Cultura Económica; México.
  6. FROMM, Erich (2002). Anatomía de la destructividad humana. Siglo XXI; México.
  7. GARCÍA VAZQUEZ, Susana. Revista Uruguaya de Psicoanálisis. “Patologías en la sociedad moderna” Noviembre 2001.- N° 94.
  8. REINARES, Fernando (2001). Terrorismo y antiterrorismo. Paidós; Barcelona.
  9. ULRICO, Beck (2003). Sobre el terrorismo y la guerra. Paidós; Barcelona.

Murillo Moreno, Margarita. El terror del terrorismo. México: CEAAMER, [200?]. p. varía

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