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Reflexiones sobre la Pedagogía Familiar.

La Pedagogía familiar es una filosofía formativa implicada en el desarrollo integral de todas las potencialidades humanas que se involucran en la construcción de la autoconsciencia del Sujeto y en  la transformación, comprensión y organización de la Cultura.

Por consiguiente, la familia es la primera vía de aculturación y desde su llegada al hogar al niño le son trasmitidas una serie de actitudes, conductas y modos concretos de percibir la realidad, que le permitirán ir aprendiendo y poniendo en práctica recursos adaptativos de la forma de vivir, entre los que se encuentran: los modelos de identificación temprana, los estilos de comunicación e interpretación de la realidad, así como los valores sobre la vida, aunado a las normas y leyes que rigen la convivencia dentro de la comunidad, con base en aspectos tanto conscientes como inconscientes. Condiciones en las cuales, la pedagogía familiar, se orienta a la represión de los instintos; a la adquisición de la lengua; a la organización de las emociones; al condicionamiento social; y a la estructuración de la conducta moral, permeada por los modelos de interacción afectiva dentro de cada familia, los cuales están más en función de la personalidad de los padres implícitos en relación a la autoridad y la libertad, más que en el desempeño de roles dentro y fuera del hogar.

Dado que es imposible definir con exactitud las funciones del paternaje ideal, cabe mencionar que  los mejores padres son los que conservan su espontaneidad intuitiva, sienten las necesidades del niño sin ser obligatoriamente permisivos a priori, pero tampoco rígidos, asegurando una cierta continuidad en la convivencia con los hijos, con base a un equilibrio adecuado entre autoridad y vinculación generacional, privilegiando los vínculos afectivos y las actitudes de apoyo y cooperación familiar. Situación que se verá reflejada en la capacidad de los padres para establecer límites y aceptar la progresiva autonomía de sus hijos, en concordancia con la edad evolutiva por la que atraviesan.

Razón por la cual, es importante favorecer la comunicación abierta y la flexibilidad de las reglas según la circunstancia. Para dar lugar a que los hijos respondan con una adecuada autoconfianza, que les permita manejar con eficacia su impulsividad y favorecer su competencia en el ámbito social y en su desempeño escolar.

A su vez, la competencia pedagógica dentro de la familia, implica el respeto y la tolerancia por los sentimientos del niño; la aceptación de sus particularidades; la escucha y el acompañamiento amoroso y sobre todo, se evita la manipulación para facilitar en forma natural,  la delimitación de las fronteras entre padres e hijos.

En contraposición, a los estilos rígidos de educación familiar, debido a que éstos suelen ser excesivamente coercitivos y violentos como medio de adaptación a una autoridad represora. En estos casos, la familia busca una perfecta compenetración, considerándose cualquier tentativa de diferenciación como una gran amenaza para la relación familiar, razón por lo cual, a los hijos se les dificulta: crecer, cambiar o separarse y en su momento cuando se convierten en padres de familia, también reproducirán con sus propios hijos el estilo represivo que considera las diferencias como dañinas y el fatalismo de la separación.

Así mismo, las interacciones familiares se organizan con el influjo de los mitos familiares, los cuales suelen ser poderosos y reiterativos, coadyuvantes de una distorsión de la realidad. Y aunque los mitos familiares no tendrán un impacto uniforme sobre todos sus miembros, éstos se ven afectados en mayor o menor medida por medio de la seudoreciprocidad, es decir, la “perfecta” compenetración entre los miembros de la familia.

Condiciones en las cuales, cuando los padres son autoritarios y controladores, suelen dar órdenes y esperan ser obedecidos a reglas de connotación inflexible, la  comunicación tiende a ser precaria y la independencia permitida es mínima. Los hijos se adaptan a las demandas y necesidades de los padres y crecen apartados, inseguros, temerosos e irritables. Convirtiéndose en personas doblegadas y sometidas, imposibilitadas para articular su rabia y su dolor. En los casos más extremos, se propicia un aprendizaje desfavorable de las relaciones interpersonales, debido que al niño se le responsabiliza por los desastres o desgracias en la familia, pudiendo desarrollar un severo trastorno de personalidad de características psiquiátricas.

Por otra parte, un fenómeno por demás frecuente hoy en día, de ausencia de orientación pedagógica dentro de la familia, se traduce en una  permisividad que va adquiriendo tintes alarmantes. Dado que se confunde la independencia física con la independencia emocional, y desaparece así el referente simbólico que permite estructurar la vida de los hijos cuando empiezan a encarar los enigmas de la sexualidad y de la inscripción social.

Me refiero a la familia permisiva, la cual trata de salvaguardar la intimidad de la vida familiar, a costa de suspender la transmisión de creencias, valores y conductas institucionalizadas, y bajo la creencia del mito de la familia “democrática”, su única exigencia es organizar una negación absoluta de las distancias entre los miembros de la unidad familiar.

En estos casos, dado que el esquema de vida familiar es inexistente, ésta se caracteriza por una dinámica anárquica con acentuada carencia de respeto entre sus miembros, que  involucran actitudes veladas o manifiestas de  agresión y violencia, ya sea hacia los hijos, o entre los cónyuges.

La comunicación, ya sea verbal o no, activa o ausente en apariencia, suele ser muy precaria, aunque con mensajes sexualizados por medio de chistes que tendrán siempre un efecto de fenómeno generalizado donde no importando cómo ni a quién va dirigido el mensaje, éste producirá en todos una respuesta y retroalimentará respectivamente a quien lo manda, donde los mensajes oscuros, confusos e indirectos, tendrán que ser validados como formas de entender la vida.

Bajo estas peculiaridades el niño internaliza la proximidad por medio de la exposición corporal indiscriminada, condiciones en las cuales, los padres no ponen límites ni brindan ninguna conducción, tienden a ser incondicionales y les brindan a los hijos más allá de lo necesario y celebran con admiración la creatividad trasgresora de los hijos, los cuales tienden a manifestar conductas delictivas y agresivas, con franca tendencia al egocentrismo y  displicencia, que a su vez se acompaña con poca tolerancia a la frustración. Lo que conlleva a falta de interés en los estudios y a ser poco comprometidos y poco asertivos en la solución de problemas. Tienden a mostrarse cínicos, manipuladores,  desconsiderados y sin empatía hacia los demás, con predominio de conductas trasgresoras sobre la base de una estructura de personalidad perversa que los instala en una franca psicopatía.

Dado que en el marco de una dinámica familiar caótica, prevalece la comunicación paradojal, de manipulación constante sobre: la distancia en la relación afectiva y las emisiones de órdenes primarias negativas a las que se les agrega una amenaza y que suele ser trasmitida por medio de una forma paraverbal que  contiene frecuentes  intervenciones contradictorias de los padres y que crean interferencias cargadas de ambigüedad, implicadas en la modulación de la voz, un gesto o postura, etc. Los hijos crecen con mucho descontrol y confusión. Se les dificulta “anticipar” las conductas de adaptación social y cuyos efectos acrecientan la violencia dentro de la familia e irrumpen la transmisión de valores y tradiciones normativas indispensables para la convivencia libre y respetuosa.

Y cuando los padres utilizan tácticas que implican humillación y ataque a la autoestima, ocasionan que el niño desarrolle patrones de inadaptabilidad social y en los casos más severos, un trastorno de características esquizofrénicas con imposibilidad de alcanzar el rendimiento interpersonal y académico.

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Reflexiones sobre la Pedagogía Familiar. México: CEAAMER, [200?]. p. varía.

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