Percepción de México en el mundo

Hasta hace unos años, nuestro país era reconocido por sus playas, su música, sus películas… Su fama se hizo legendaria por ser un excelente anfitrión en las ya memorables justas olímpicas y futboleras de 1968, 1970 y 1986, así como por una paz interna que ha durado muchos años.

Sin embargo, los recientes acontecimientos políticos y clima nacional marcado por la violencia y la inseguridad que padecemos, están enviando una señal al mundo que hace parecer que vivimos en un país al borde de la guerra civil.

Hoy por hoy nos conocen más por lo que parecemos que por lo que somos. Por ello hay que tener cuidado. Aunque algunos soslayan la importancia del reconocimiento mundial, debemos valorar más y mejor los parámetros con los que ahora se mide a una nación, y más si esa nación es la nuestra.

La profundidad y rapidez con que se vienen dando los cambios globales, hacen de este inicio del siglo XXI una auténtica coyuntura estratégica. La gran confrontación entre los sistemas capitalistas y socialistas ha cedido el paso a la confrontación del norte contra el sur. Asistimos, de todas formas, a nuevas y modernas fases de la vieja confrontación capital versus trabajo, en donde si bien hemos salido de las dictaduras, ahora estamos padeciendo las consecuencias de vivir las democracias de la seguridad del mercado.

Son tiempos éstos, pues, de empezar a construirnos como una unidad inseparable ante un mundo de revoluciones cruentas pero determinantes en la tecnología, en la informática, en las comunicaciones, en la conciencia ecológica y en la economía.

No obstante, no somos los únicos. En diversas latitudes, el desafío también está siendo afrontado con sangre. Por ejemplo, la lucha por la superación de encubrimientos políticos y sociales tiene en jaque a países cuya existencia era casi ignorada. Cómo olvidar que en medio de esos desafíos encontramos dramas, como el éxodo de los kurdos, el desastre ecológico del Amazonas, la absurda invasión de Irak, la migración mundial, el calentamiento global y los ataques terroristas a Estados Unidos, España y Francia. Se insiste que la historia ha llegado a su fin y que un nuevo orden internacional comienza a tener vigencia.

Y en medio de todo, encontramos a nuestro país formando parte de un todo y compartiendo muchos problemas. África sufre una persistente y creciente situación de hambre, y enfermedades como el ébola. Nuestra América Latina no es la excepción, en donde existen más de trescientos millones de personas en extrema miseria (según cifras del programa de la ONU para el desarrollo).

En contrapartida, la concentración, la centralización y el crecimiento del capital controla y hegemoniza casi de manera imperceptible, lenta pero inexorable, el poder. Sí. A la centralización del capital económico, corresponde una acumulación tecnológica, mediática y de conocimiento que está en todas partes, al parecer omnisciente, omnipotente y omnipresente.

Y en medio de ese maremágnum de acontecimientos y determinantes, México sigue mostrando al mundo que no tiene un papel y un camino, ni una experiencia particular que muestre formas de penetración efectivas para hacer de nuestro trabajo, nuestras mercancías, nuestras materias primas, nuestro sistema político, nuestra cultura, un sujeto digno de ser tomado en cuenta en América y el mundo entero.

Es éste nuestro tiempo y en éste nuestro mundo, cuyo marco acabamos de mostrar en grandes pinceladas, México y su gobierno tiene que aprender a distinguir lo coyuntural de lo estratégico, lo riesgoso de lo provechoso, lo prioritario de lo superficial. Sí, hay que renegociar con Norteamérica, pero reforzando los vínculos con Europa, China y el Pacífico. Es preciso modernizar al Estado, pero sin que los costos sociales se disparen. Concertar es el verbo. Esperar la muerte del adversario, es preparar nuestras propias exequias.

Percepción de México en el mundo. México: CEAAMER, [200?]. p varía